Hugo Duro remata el gol de la victoria del Valencia contra el Real Madrid en el minuto finalHugo Duro sentencia el partido con un gol en el último minuto ante el Real Madrid

No se puede vivir siempre al borde del infarto. Al Madrid, acostumbrado a ganar partidos en la prórroga emocional, hoy contra el Valencia se le fundió el desfibrilador en el peor momento. El Bernabéu asistió esta vez a un guion que ya olía a repetido, pero que no tuvo el mismo final feliz. Una remontada más se quedó a medio hacer, con penalti fallado, goles encajados en momentos clave y una sensación de equipo que va perdiendo el pulso en Liga. Y para rematar, un viejo conocido: Hugo Duro, salido de La Fábrica, marcó en el descuento y le cerró la puerta al Madrid en su propio terreno favorito.

El Valencia vino con hambre, trabajo y un porterazo. Mamardashvili se puso la capa y amargó la tarde a todos menos a los suyos. Con apenas tres disparos claros, el equipo ché hizo dos goles y un daño inmenso. El Madrid, por su parte, fue hielo en la salida, sin ritmo, sin alma, sin ideas. Falló un penalti, regaló un córner y se vio obligado a remar contra su propia apatía. Cuando quiso enchufarse, ya era tarde. En este equipo, los minutos finales han sido muchas veces refugio. Esta vez, fueron condena.

El partido tuvo su primera sacudida antes del cuarto de hora. Mbappé cayó en el área tras una acción que todavía hoy sigue abierta a debate. Tárrega le agarró, le cruzó la pierna, le barrió o le anticipó. Elija usted la versión. El árbitro pitó penalti, el VAR revisó y Cuadra no cambió de opinión. Vinicius tomó el balón, lo lanzó sin convicción y Mamardashvili, como si supiera el guion, lo detuvo. El Bernabéu murmuró. A algunos no les gustó el fallo, a otros no les gustó que se lo quitase a Mbappé. Se notó. Algo se empieza a agrietar entre Vinicius y la grada. Y eso, en este equipo, se paga caro.

Lo cierto es que el Madrid era un equipo de piernas pesadas y cabeza apagada. Ni Valverde ni Bellingham estaban en su mejor versión. El uruguayo, que siempre aparece en los días feos, andaba fundido. Y encima se llevó dos planchazos de esos que hacen crujir la grada. Bellingham dejó detalles, pero no carburó. Brahim pasó inadvertido. Y Vinicius, como tantas veces, se quedó solo ante el mundo. El equipo se sostuvo en chispazos de Mbappé, que intentó de todo sin éxito: un tiro que se fue por poco, un regate que no salió, un fuera de juego por centímetros. Faltó precisión. Faltó suerte.

Y mientras tanto, el Valencia hizo su trabajo. Corberán, sabedor de que la Liga se pelea desde abajo con el cuchillo entre los dientes, armó un equipo serio. Línea de tres, defensa ordenada y un Mamardashvili que sacó las manos cada vez que fue necesario. En el minuto 27, en un córner mal defendido por Rüdiger, Diakhaby cabeceó a la red y puso el 0-1. Fran González, portero debutante del Madrid, poco pudo hacer. Antes ya había tenido que parar dos cesiones suicidas de sus propios compañeros. Bienvenido al primer equipo, chaval.

Pero este Madrid no es de rendirse tan fácil. Volvió del descanso con otra cara. Más agresivo, más rápido, más convencido. En otro córner, esta vez a favor, Modric la puso tensa, Bellingham la peinó y Vinicius apareció en el segundo palo para empatar. Gol de rabia, de redención, de los que cambian partidos. Y parecía que el viento giraba. Rodrygo entró con chispa, Fran García y Lucas Vázquez se sumaron al ataque, Tchouameni robaba en campo rival. Por fin todos empujaban hacia el mismo lado.

Y entonces llegó el asedio. Valverde rozó el gol con un remate en el área pequeña que Mamardashvili sacó como si fuera de goma. Rodrygo lo intentó desde fuera. Vinicius forzó otro córner. Mbappé, desatado, volvió a meterse en el área. Pero el balón no entraba. Al Valencia ya solo le quedaba resistir y rezar. Y le salió todo bien.

Porque en el último minuto, cuando el Madrid ya jugaba con el corazón por delante, llegó el mazazo. Contra rápida, defensa descolocada, balón cruzado y ahí estaba Hugo Duro para firmar el 1-2. Silencio en el estadio. Otra vez el Madrid volcado. Otra vez un ex de Valdebebas. Esta vez sin final épico.

La Liga se le escapa al Madrid entre las manos. Le quedan opciones, sí, pero cada vez más remotas. Lo mantiene vivo el pinchazo del Barça, nada más. El equipo no carbura y Ancelotti empieza a quedarse sin comodines. No hay energía, no hay frescura, y lo más preocupante: no hay chispa colectiva.

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