Grabación en vivo con Guillermo Mbappé de fondo tras anotar su gol en la victoria del Real Madrid 5-0 sobre el Salzburgo en ChampionsGoleada del Real Madrid 5-0 al Salzburgo en Champions: dobletes de Vinicius y Rodrygo, gol de Mbappé. Imágenes exclusivas desde el Bernabéu.

Goleada al Salzburgo asegurando la clasificación. Marcó dos Rodrygo, dos de Vinicius y otro de Mbappé

El Real Madrid necesitaba una noche así. De goles, de confianza, de esas que se ven venir cuando el rival está verde y tú vienes de un batacazo. Se había dejado parte del alma en Yeda, pero en Europa, donde aún se le escucha con respeto, volvió a hablar el idioma que más entiende: el de ganar. El Salzburgo fue el sparring ideal para desahogarse y sellar el billete a los dieciseisavos. No es un rival para portada, pero sí para pasar página.

Ancelotti no quiso sorpresas. Puso un once que, más que ofensivo, parecía una declaración de intenciones: los cuatro de arriba más un centro del campo sin frenos y un lateral reconvertido. El equipo salió frío, como si supiera que el guion ya estaba escrito. Y el Bernabéu, que no olvida la Supercopa, respondió con silbidos. Luego llegaron los goles, y con ellos, la reconciliación.

Rodrygo, el primero en aparecer

No fue un inicio brillante. El Salzburgo, ese equipo de academia con jugadores en edad de prácticas, tocó, presionó y hasta remató antes que el Madrid. Pero en cuanto los blancos cruzaron el medio campo, se acabó el equilibrio. El primero llegó tras una jugada entre Vinicius y Bellingham que acabó en los pies de Rodrygo, siempre listo para aprovechar un mal control si hay posibilidad de gol. Y la hubo.

El segundo fue más vistoso: una pared con taconazo entre Rodrygo y Bellingham, y una definición de museo. Goles sin dominio, sin urgencias. De esos que solo marcan los que, incluso sin estar bien, siempre están ahí. Porque este Madrid no necesita ser arrollador para parecerlo.

Mbappé despierta, Vinicius se reencuentra

El tercer gol, ya tras el descanso, fue el más aplaudido. No por su belleza, sino por su carácter. Mbappé fue a una pelota perdida, Blaswich intentó hacerse el Neuer y acabó como un juvenil. El francés empujó a gol y el estadio se lo celebró como se celebran los goles de orgullo. Porque si hay algo que gusta en Chamartín, es que alguien se manche las botas para marcar. Aunque luego viva del brillo.

Con el partido ya resuelto, Vinicius se soltó. Dos goles más, ambos marca de la casa: el primero dejando defensas en el suelo, el segundo rompiendo líneas en carrera. Golpeó como si necesitara recordarle al estadio —y a sí mismo— que sigue ahí. No fue un partido redondo, pero sí uno de los que ayudan a cambiar el viento.

Hora de premiar, hora de probar

Con todo bajo control, Ancelotti abrió el banquillo y repartió minutos como quien deja propina en un restaurante caro. Salieron Alaba, Brahim, Arda Güler, Endrick e incluso Jacobo Ramón, que debutó en Champions con la misma cara que tienen los que aún no creen que eso está pasando. También colocó a Asencio de lateral, un experimento que aún no sabemos si es locura o solución de emergencia.

El Salzburgo, mientras tanto, bajó la persiana. Letsch pasó de la ofensiva soñadora a una defensa de cinco para evitar el descalabro. Aún así, Bidstrup cazó un gol de honor que no cambió nada. Ni el resultado ni el diagnóstico.

El Madrid está ya en dieciseisavos. El primer paso está dado. Ahora toca asegurar el factor cancha, esquivar la ronda trampa y seguir curando las heridas. Porque las victorias, incluso las fáciles, también cicatrizan.

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