El jugador brasileño, con un doblete en la prórroga, asegura el pase del Madrid a los cuartos de final. El equipo blanco dejó escapar la ventaja de 2-0 que tenían en el minuto 83.
No se trataba solo de avanzar en la competición, sino de despertar del letargo tras uno de esos clásicos que dejan secuelas profundas. No era solo clasificarse, sino dar una señal de vida a una afición desilusionada. Y aunque el Madrid logró su objetivo, lo hizo sin redimirse de lo ocurrido en Yeda, sin un gesto de disculpa. Nada cambió entre Arabia y este partido: el equipo sigue dependiendo de lo que se le ocurra a Mbappé, el hombre gol, la referencia absoluta en el fútbol. La desconfianza era tal que ni siquiera se creyó el 2-0 que tenía a su favor en el minuto 83.
El encuentro terminó en una prórroga agónica, de la que emergió Endrick como salvador, con dos goles espectaculares tras meses de pasar desapercibido. Fue su primera gran noche y una reivindicación legítima de un mejor trato. En medio de sus goles, Valverde también dejó su marca con un tanto que merecía otro desenlace para el equipo.
Ancelotti realizó seis cambios respecto al desastre en Yeda, ajustando la alineación a la esencia del equipo. Asensio fue titular, un jugador cuyo futuro en el club aún es incierto, pero que sigue cumpliendo en los momentos clave. Fran García entró en lugar de un Mendy irreconocible. Tchouaméni regresó a su posición natural, un movimiento inevitable aunque su situación actual no parezca tener solución, como demostraron los silbidos tras sus primeras acciones. Ceballos y Modric también estuvieron presentes, para corregir los desequilibrios vistos en la Supercopa, donde el mediocampo careció de química y quedó demasiado expuesto físicamente. Brahim se ganó el puesto, mostrando un rendimiento superior al de Rodrygo. Por su parte, Valverde descansó tras una acumulación de esfuerzos, mientras que Bellingham no fue titular debido a las molestias musculares que arrastraba desde la semifinal contra el Mallorca.
En el Celta, la línea que separa a titulares de suplentes es más difusa, pero en el once inicial estaban los pocos que se consideran imprescindibles: Starfelt, Marcos, Mingueza, Fran Beltrán e Ilaix Moriba. Tal vez se esperaba (al igual que el público) a un Madrid más comprometido, entendiendo el compromiso como un término amplio que abarca desde el esfuerzo solidario hasta el orgullo competitivo. Sin embargo, eso no ocurrió. El equipo de Ancelotti mostró un dominio apagado, lento y casi carente de pasión, con una circulación de balón que no inquietaba a un Celta bien organizado y que, además, dispuso de una buena oportunidad al inicio. El Madrid permitió dos remates de cabeza en su área, siendo el segundo un remate de Starfelt que acabó estrellándose en el larguero.
El plan de Ancelotti de reducir la intensidad del equipo y buscar mayor precisión con Ceballos y Modric no dio grandes frutos. La afición encontraba algún consuelo en dos intervenciones de calidad de Asensio, con cruces y pases largos que mostraban su clase. Quizá eso justificaba su titularidad como central creativo. Tchouaméni, por su parte, intentó apagar las críticas con un potente disparo lejano que Iván Villar desvió. Pero esa insistencia en buscar el gol desde fuera del área reflejaba un síntoma preocupante en el Madrid: era la salida cuando ni Brahim, ni Mbappé, ni Vinicius lograban avanzar con claridad. El Celta, por su parte, parecía cómodo ante la falta de ritmo y profundidad del rival. Antes del descanso, aparte del gol del 1-0, el Madrid solo generó una ocasión clara: un pase milimétrico de Modric a Brahim, quien remató contra el pie derecho de Iván Villar, que apenas tuvo tiempo de reaccionar para desviar el disparo.
Todo transcurría con relativa calma hasta que llegó el gran momento de controversia: Williot irrumpió en el área como una flecha, Lunin salió a su encuentro y le rozó el pie con el guante. Una acción que, de ser votada, habría sido suficiente para sancionar penalti, pero no lo fue para Munuera ni para Hernández Hernández, una dupla ya cuestionada en Vigo desde la víspera. Sin interrupciones, el balón llegó rápidamente a Mbappé gracias a Lucas y Ceballos, y el francés no desaprovechó la oportunidad. Desde otro ángulo, repitió su obra maestra de Yeda: 40 metros de carrera, una bicicleta para descolocar a Javi Rodríguez, y un disparo imparable a la red.
El gol fue impresionante; la celebración, en cambio, fría, con Mbappé mostrando su descontento hacia los pitos de la grada a Tchouaméni. La protesta del Celta, en contraste, fue encendida.
Ese tanto parecía sentenciar la eliminatoria, y tras el descanso, Mbappé volvió a ser protagonista al asistir en el segundo gol. Con un pase elevado y preciso, superó a la defensa del Celta, permitiendo a Brahim controlar y a Vinicius culminar con un remate a la red. Hasta ese momento, el brasileño había estado apagado, lejos de su habitual estilo vibrante y provocador, siempre acertado o errático, pero nunca indiferente.
El segundo gol dio la sensación de cerrar el partido, pero fue un espejismo. Las áreas, hasta entonces tranquilas, se convirtieron en un hervidero de acción. Mbappé falló un cabezazo claro tras un centro de Brahim; Tchouaméni se redimió al evitar el 2-1 con una intervención crucial; Starfelt sacó un globo de Vinicius cerca de la línea de gol; Lunin protagonizó la parada de la noche ante un disparo de Hugo Sotelo; y el VAR anuló correctamente un tanto de Güler por un fuera de juego de Vinicius. El partido, que parecía controlado, terminó siendo un caótico intercambio de emociones.
El turco y Endrick, relegados al olvido en los últimos encuentros, reaparecieron cuando parecía que el partido estaba resuelto. Sin embargo, un error de Camavinga, que entregó el balón a Bamba, desató el caos: el delantero no perdonó, y el Madrid entró en pánico. En el último minuto, Asensio, que hasta entonces había tenido una actuación notable, empañó su noche al cometer un penalti evidente sobre el propio Bamba. Marcos aprovechó la oportunidad y envió el partido a la prórroga, con un Madrid ya sin Mbappé ni Modric sobre el campo.
Ancelotti no tuvo más remedio que recurrir a Bellingham para apagar el incendio. Durante la primera parte del tiempo extra, Rüdiger estuvo a punto de marcar, pero su remate con el hombro se estrelló en el palo. Fue en la segunda mitad cuando Endrick, con una gran media vuelta, abrió el marcador en la prórroga. Valverde, con otro de sus potentes disparos de larga distancia, amplió la ventaja, y Endrick selló la victoria con un espectacular taconazo. Con este final vibrante, el Madrid aseguró su lugar en los cuartos de final, aunque, a juzgar por los apuros vividos, el próximo sorteo se antoja más como una trampa llena de cocodrilos que como una oportunidad.