Partido espectacular de Kylian, que anotó dos goles y participó en los otros dos. El Real Madrid sigue líder
En el fútbol moderno no hay luto que dure más de 72 horas. Tres días —cuatro si hay jornada intersemanal— es el plazo entre la caída libre y el subidón. El Madrid lo ha vuelto a comprobar: del naufragio en Arabia y los pitos en casa a una goleada con aire de fiesta y resurrección. Ya no es el equipo con dudas, sino el líder que mira al Barça desde siete puntos por encima y empieza a parecer otra vez el Madrid de las primaveras felices. En siete días ha vuelto el Mbappé de las portadas, se ha asentado Rodrygo en la casa que antes era de Vinicius, ha reaparecido el mejor Ceballos, Brahim se ha ganado la camiseta y hasta Alaba ha regresado después de 399 días. Todo eso, en un solo partido.
La puesta en escena fue dramática: minuto uno, gol de Las Palmas. Error defensivo, Lucas desbordado, centro de Sandro y remate de Fabio Silva. A los 27 segundos ya iban por detrás. Fue como un disparo en la película antes de que aparezcan los créditos. Pero ese golpe temprano solo sirvió para desatar a un Madrid que ya venía herido, pero que sigue teniendo pólvora de sobra.
Mbappé ya ve el fútbol desde arriba
El gol en contra duró poco como argumento. El Madrid, sin Modric ni Vinicius, sin Camavinga ni Tchouameni, jugó con lo que le queda, que sigue siendo mucho. Con Brahim encendido, con Rodrygo donde más rinde (en la izquierda), con un Mbappé que ya no necesita presentación. El empate llegó en un penalti ingenuo de Sandro, más entrometido que defensor. Mbappé transformó sin titubeos. Le ha cambiado el radar: antes buscaba la escuadra, ahora busca el alma de cada disparo. Está en ese estado de forma en el que todo parece inevitable.
Cillessen evitó un gol, pero no dos. En la siguiente jugada, Mbappé volvió a forzar el caos: disparó, el portero rechazó como pudo, Lucas apareció desde atrás y Brahim lo empujó. El tercero lo firmó el francés, con un remate seco, quirúrgico. Y todavía tuvo tiempo para un palo y un gol anulado por esas interferencias que ya se discuten como si fueran cláusulas de un contrato. Da igual. Su partido fue una exhibición de lo que puede ser el Madrid cuando su estrella lo arrastra todo.
Rodrygo vuela, Las Palmas se rinde
Las Palmas, que había salido con la idea de competir, tiró pronto la toalla. En el descanso metió una defensa de cinco, pero el muro duró poco. Rodrygo marcó el cuarto después de otra acción nacida de Mbappé, como casi todo. Ya no es una promesa irregular, sino un jugador que ha hecho hogar en la banda izquierda. Juega con confianza, con espacio y con sentido. Y el equipo lo nota.
Luego llegó la roja a Benito, que entró con los tacos en la cadera de Lucas. Apenas llevaba 18 minutos en el campo. El partido estaba ya decidido, pero la expulsión lo convirtió en entrenamiento. Tiempo para la vuelta de Alaba, para dar minutos a Arda Güler y Endrick, que sigue oliendo a gran historia, y para sacar a canteranos como Chema y Lorenzo Aguado. Hasta Valverde marcó un golazo que no subió al marcador. Todo eso en una tarde que empezó torcida y acabó en vendaval.
Del agujero a la cima
El Madrid no ha resuelto todos sus problemas. Pero ha cambiado la atmósfera. Mbappé está enchufado, Rodrygo ha encontrado su sitio, Brahim se gana cada metro y Ceballos juega como si le hubiesen dado una segunda oportunidad. El equipo sigue sin fondo de armario, sigue expuesto atrás, pero ha recuperado lo que parecía más difícil: la sensación de poder. Y en este club, eso suele ser suficiente para empezar a creérselo todo.