Llull, atacando al Baskonia

No fue una victoria de fuegos artificiales, pero sí de las que suman. El Madrid golpeó primero en su serie ante el Baskonia con un triunfo trabajado, sobrio, sin grandes alardes. Un partido de trincheras, en el que Tavares se impuso con el peso específico de un gigante: 16 puntos, 13 rebotes, siete faltas provocadas, dos tapones. 34 de valoración en una noche en la que el pívot no solo fue el faro, sino también el refugio. El viernes, en Vitoria, la primera bola de partido para meterse en semifinales.

El reencuentro entre Chus Mateo y Pablo Laso no fue un duelo táctico memorable, pero sí un ejercicio de supervivencia. El Baskonia salió con el paso alegre, liderado por las penetraciones de Raieste y Moneke, y se puso 0-5 ante un Madrid que tardó en asomar. Tardó dos minutos y medio en anotar su primera canasta en juego. El desconcierto duró hasta que apareció Tavares, y luego Campazzo, que cazó un triple cuando el equipo lo necesitaba como el aire.

El partido del barro

Ambos equipos parecían llevar lastre. El primer cuarto fue una colección de errores, pérdidas, tiros abiertos fallados. Solo uno de los 13 triples lanzados acabó dentro. Un dato que explica el 15-14 del marcador tras los primeros diez minutos. Ni ritmo ni acierto. Mucha pelea, poca estética.

Howard, incómodo ante Hugo González, empezó a encontrar su lugar en el segundo cuarto. Con él al mando, el Baskonia se marcó un parcial de 0-8 y se adelantó mientras el Madrid caía en otra de sus crisis de anotación. Hasta que Campazzo, Hezonja y Tavares regresaron al parqué. A partir de ahí, el plan fue sencillo: balones a la torre. Cuatro posesiones consecutivas con producción directa de Tavares pusieron al Madrid de nuevo en el partido (37-38 al descanso).

Un parcial para romper la noche

El tercer cuarto fue una continuación de esa lucha más física que brillante. Musa sigue lejos de su mejor versión y Hezonja no terminaba de entrar en el partido. El Baskonia olía sangre y exprimía su defensa. Pero cuando más firme parecía, llegaron las grietas. Una pérdida de Moneke, un triple de Feliz, un tapón salvaje de Tavares, un robo de Hugo, varios contraataques. En un pestañeo: parcial de 15-1 y ventaja blanca al final del tercer acto (59-51). El Palacio rugía más por alivio que por euforia.

Control y reloj

En el último cuarto, el Madrid no se permitió demasiados riesgos. El Baskonia amagó con un conato de rebelión de la mano de Howard, pero el equipo de Laso seguía sin encontrar el aro con continuidad (64-54). Las faltas, las revisiones, el partido cada vez más fragmentado. Campazzo, con la calculadora en la cabeza, manejó el tempo. Y cuando tocó cerrar el asunto, lo hicieron desde el perímetro: el propio Facu, Hezonja y Abalde firmaron los triples que bajaron la persiana.

El Madrid no brilló, pero dominó cuando había que hacerlo. Ganó en defensa, en rebote, en saber sufrir. Y, sobre todo, supo que a veces, en play-off, lo importante no es cómo, sino cuántas.

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