Los de Ancelotti superaron al Cholo y se llevan una ventaja por la mínima para la vuelta en el Metropolitano
La Champions tiene códigos propios. Premia la grandeza, pero también la resistencia. El Madrid ha vivido de ambas. Y ante el Atlético, en una noche de más sombras que luces, se mantuvo fiel a esa ley no escrita: cuando no hay equipo, aparecen los jugadores. Esta vez fueron Brahim y Modric quienes evitaron el naufragio.
Durante más de una hora, el Metropolitano parecía estar más cerca que el Bernabéu. El Atlético mandó sin hacer ruido, jugando al ritmo pausado de De Paul y al filo de la genialidad de Julián Álvarez. El Madrid, en cambio, fue un borrador: sin colmillo, sin ritmo, sin líderes. Solo Valverde, omnipresente en cada papel, y Rodrygo, incisivo en la banda, ofrecieron algo parecido a intención.
El gol tempranero del brasileño, tras una jugada que desnudó a Javi Galán, fue un espejismo. El Atlético no solo no se descompuso, sino que ganó confianza. Empató con un golazo de Julián Álvarez y terminó la primera parte ejecutando un rondo desesperante ante un Bernabéu que ya silbaba. A ese Madrid le faltaba casi todo: piernas, ideas y alma.
Tras el descanso, Ancelotti mantuvo la apuesta. Y el Madrid siguió igual. Parecía en manos de un Atlético sobrio y bien armado que solo necesitaba un detalle más. No lo tuvo. Y entonces, como tantas veces, el partido se torció en una jugada aislada. Brahim Díaz entró en el área, disfrazado de mago, y convirtió el caos en ventaja. Su recorte evaporó a medio Atlético. El tiro, ajustado y sutil, cambió el decorado.
El gol no arreglaba el fondo, pero activó el interruptor. Y por fin llegó Modric. A partir de su entrada, el Madrid volvió a reconocerse. No por brillantez, sino por control. El Atlético, que aún tuvo dos ocasiones claras para empatar (Courtois salvó a Griezmann, Giménez falló en la segunda), se fue con la sensación de haber perdido algo más que el partido: el momento.
Quedan noventa minutos. Y aunque la eliminatoria sigue abierta, el Madrid ha vuelto a ese terreno donde mejor se mueve: el incierto, el ajustado, el peligroso. Donde las individualidades marcan la diferencia. Donde Modric siempre sabe el camino.