Luka Modric celebrando su gol en la victoria del Real Madrid 2-0 frente al Girona en el Santiago BernabéuModric marca y lidera la victoria 2-0 del Real Madrid frente al Girona. Crónica del partido, goles y análisis completo desde el Bernabéu.

Un gol desde 40 metros sirvió al Madrid para abrir la lata ante el Girona. Vinicius remachó el segundo

Hay cosas que no cambian: la Liga apunta a blanco, el Madrid no afloja, y Modric sigue lanzando hechizos como si el tiempo no lo rozara. El croata, que en unos meses soplará 40 velas, firmó un gol de otro siglo para abrir un partido más incómodo que brillante. Lo hizo en un Bernabéu de tregua arbitral, justo cuando más ruido había alrededor del VAR. Esta vez, ni Cuadra Fernández ni las repeticiones dijeron nada. Paz, por fin. Y quizás ahí empieza a explicarse un triunfo que consolida lo que ya es un patrón: el Madrid gana incluso sin apretar el acelerador.

Sin Bellingham y con rotaciones tácticas más que físicas, Ancelotti armó un equipo flexible, donde Vinicius y Mbappé empiezan a parecer más pareja que pulso. Al Girona, en cambio, le tocó un papel que no es el suyo. Sin pólvora arriba y con demasiadas dudas atrás, el equipo de Míchel pasó de proponer a resistir. Y cuando quiso reaccionar, ya era tarde.

El misil de siempre

El arranque fue eléctrico, pero desigual. El Madrid tenía la pelota, el ritmo y la iniciativa. El Girona, algo de veneno suelto en Danjuma y Van de Beek, que rozaron el 0-1 con dos zarpazos fugaces. Pero cuando el partido amenazaba con desordenarse, apareció Modric. Control con el pecho, bote corto, volea exterior desde más allá de la frontal y gol de bandera. No hay algoritmo que explique lo suyo. El croata no envejece; se dosifica. Y cuando actúa, cambia el guion.

Un ataque sin fronteras

En la segunda mitad, Ancelotti no movió piezas, solo las reposicionó. El ataque se reordenó con más libertad que estructura: Rodrygo a un lado, Vinicius al otro, Brahim flotando entre líneas y Mbappé en su rol de amenaza permanente. Esa anarquía controlada desarmó al Girona, que tardó en entender que el partido no estaba para ser medido. Solo cuando Míchel soltó a Bryan Gil y Asprilla, y añadió a Miovski arriba, el equipo volvió a ser reconocible. Pero para entonces el Madrid ya jugaba con el reloj.

Pudo empatar el Girona, es cierto. Gazzaniga sostuvo al equipo con una parada estratosférica a Mbappé. Pero el riesgo tenía un precio: en la siguiente, Vinicius culminó una combinación quirúrgica con el francés para sellar el 2-0. Esa conexión va en serio. Y huele a sociedad de largo recorrido.

Lo esencial permanece

No fue una exhibición, ni falta que hizo. El Madrid se limitó a gestionar, rotar y dejar que sus mejores piezas decidieran. El Girona, entre bajas y limitaciones, dio para media hora competitiva. Demasiado poco ante un rival que no necesita jugar de 10 para ganar de 7. Lo que viene será más exigente, pero el mensaje es claro: cuando juega Modric, todo está un poco más bajo control.

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